. Boletín de la Sociedad Española de Historia Natural. Natural history. 462 boletín de la real sociedad española. Para hacer las experiencias utilicé dos tubos cilindricos de diá-^ metro bastante grande, largos de 60 centímetros, y perfectamente cerrados en sus dos extremos. Estos tubos (fig. 4.«) fueron mante- nidos en posición perfectamente veriical, suspendiéndolos por su extremo superior y dejándolos libres por el infe- rior. A uno de los dos lo mantenía en reposo, mien- tras que el otro era agitado fuertemente durante unos dos minutos, una vez lleno del agua con arcilla en suspensión. Est

. Boletín de la Sociedad Española de Historia Natural. Natural history. 462 boletín de la real sociedad española. Para hacer las experiencias utilicé dos tubos cilindricos de diá-^ metro bastante grande, largos de 60 centímetros, y perfectamente cerrados en sus dos extremos. Estos tubos (fig. 4.«) fueron mante- nidos en posición perfectamente veriical, suspendiéndolos por su extremo superior y dejándolos libres por el infe- rior. A uno de los dos lo mantenía en reposo, mien- tras que el otro era agitado fuertemente durante unos dos minutos, una vez lleno del agua con arcilla en suspensión. Est Stock Photo
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. Boletín de la Sociedad Española de Historia Natural. Natural history. 462 boletín de la real sociedad española. Para hacer las experiencias utilicé dos tubos cilindricos de diá-^ metro bastante grande, largos de 60 centímetros, y perfectamente cerrados en sus dos extremos. Estos tubos (fig. 4.«) fueron mante- nidos en posición perfectamente veriical, suspendiéndolos por su extremo superior y dejándolos libres por el infe- rior. A uno de los dos lo mantenía en reposo, mien- tras que el otro era agitado fuertemente durante unos dos minutos, una vez lleno del agua con arcilla en suspensión. Esta operación tenía por ob« jeto observar la influencia que el movimiento pue- de ejercer en la rapidez de la sedimentación de la arcilla, porque algún autor ha dicho que las olas con su agitación van reuniendo las partículas arci- llosas que las aguas llevan en suspensión, forman- do así una especie de coágulos que, aumentando de densidad, producen una caída mucho más rápi- da. Ya veremos, al formular las consecuencias de mis operaciones, que no he obtenido una confirma- ción de esta idea, y que el movimiento, mientras dura, parece no tener más influencia que el difl- cultar la caída de los granos más flnos y de la arcilla. Para comenzar una experiencia, mezclaba el agua de mar y el fango, ya convenientemente prepara- dos, en dos cristalizadores, colocando la misma Fig. 4 "—Tubo en posición de en- cantidad, exactamente, de agua y arcilla en cada sayo. ' o j uno de ellos. Agitaba con una varilla para distri- buir bien el fango, y una vez bien mezclado, sin perder un ins- tante, llenaba los dos tubos y colocaba uno en reposo, suspen- diéndolo como queda dicho, mientras que el otro lo agitaba fuer- temente durante dos ó más minutos. Al comenzar cada una de las experiencias, anotaba la hora exacta para saber con certeza el tiempo empleado por la arcilla en sedimentarse. Una vez terminada la experiencia, decantaba el agua limpia á& la par